Estados Unidos está haciendo todo lo que está en su mano para estrangular el desarrollo tecnológico y armamentístico de China. En octubre de 2022 la Administración liderada por Joe Biden publicó un documento en el que desarrolla con todo lujo de detalles su estrategia de seguridad nacional, y, como cabe esperar, China ocupa una posición central en ella. El siguiente extracto literal de este documento refleja con mucha claridad por qué el Gobierno de EEUU considera a China una amenaza:
«La República Popular de China (RPC) es el único competidor que tiene tanto la intención de remodelar el orden internacional como, cada vez más, la capacidad económica, diplomática, militar y tecnológica para hacerlo. Pekín tiene la ambición de crear una amplia esfera de influencia en las regiones del Índico y el Pacífico, así como de llegar a ser la potencia mundial líder». Es evidente que Estados Unidos se toma a China muy en serio, aunque su discurso también contiene algunas frases que persiguen aliviar un poco la tensión entre ambos países:
«Al mismo tiempo, la República Popular de China también tiene un rol central en la economía global, así como un impacto significativo en los desafíos compartidos, en particular en el cambio climático y la salud pública global. Es posible que Estados Unidos y RPC coexistan pacíficamente y contribuyan de manera conjunta al progreso de la humanidad». Así está el ambiente. Como cabe esperar, a China todo esto no le ha cogido por sorpresa, y tiene un plan para defender sus intereses salvaguardando uno de sus sectores estratégicos: su industria tecnológica en general, y la de los semiconductores en particular.
Hong Kong, la joya de la corona de China
República de Singapur es un pequeño país insular del sudeste asiático. Actualmente tiene algo menos de seis millones de habitantes, una cifra que lo coloca muy lejos si nos ceñimos a su volumen poblacional de buena parte de sus vecinos asiáticos. Sin embargo, su economía se atreve a tutear a la de gigantes como Corea del Sur, Taiwán o Hong Kong. De hecho, convive con ellos en un club muy selecto conocido como «los cuatro tigres asiáticos» (algunos analistas prefieren llamarlo «los cuatro dragones asiáticos»).
El desarrollo económico, político y social que ha experimentado Singapur es digno de estudio. En este artículo no necesitamos indagar en él en profundidad, pero nos interesa saber que su economía, al igual que las de Taiwán o Corea del Sur, ha crecido desde principios de los años 60 hasta ahora a una velocidad vertiginosa como resultado del paso de un modelo económico que se sustentaba sobre la agricultura a otro muy diferente vertebrado alrededor del desarrollo industrial.
Actualmente Singapur produce el 5% de todos los chips que podemos encontrar en el mercado mundial. Puede parecer poco, pero no lo es. Es muchísimo si tenemos presente que China y Japón, que tienen una población muy superior, producen el 15 y el 17% respectivamente de los semiconductores del mercado. El músculo tecnológico e industrial de este país está tan hipertrofiado que China lo considera el espejo en el que debe mirarse Hong Kong. La economía de esta ciudad china se rige por el libre mercado, y, además, tiene una de las mayores Bolsas de valores del planeta.
Hace unos días Regina Ip Lau Suk-yee, la presidenta del NPP (New People’s Party), que es un partido político conservador muy influyente en Hong Kong, publicó un artículo muy interesante en el que defiende, entre otras ideas, la implementación en su ciudad de la estrategia que ha permitido a Singapur afianzar el desarrollo tecnológico que tiene actualmente. El régimen administrativo especial por el que se rige Hong Kong permite a China utilizar esta ciudad como banco de pruebas, y, según Regina Ip, el Gobierno está desplegando un plan que persigue transformar esta ciudad en un centro tecnológico y de innovación internacional claramente inspirado en Singapur.
China necesita imperiosamente desarrollar su tecnología para sobreponerse a las sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados. Tiene los recursos económicos y el ecosistema industrial necesarios para lograrlo, pero para hacer posible el desarrollo de sus tecnologías fotolitográficas, que es el mayor desafío al que se enfrenta en el ámbito de una industria estratégica como es la de los chips, necesita algo más. Requiere, según la tesis defendida por Ip y otros expertos, atraer talento procedente del extranjero.
Esta estrategia es, precisamente, la que ha permitido a Singapur sostener el desarrollo tecnológico que ha propiciado durante los últimos años. No obstante, China no contempla el futuro inmediato de Hong Kong solo como centro neurálgico de su industria de los semiconductores; también planea aglutinar en esta ciudad su músculo de desarrollo e innovación en el ámbito de la computación cuántica, la inteligencia artificial y la biomedicina. Para China este plan es prioritario. Está en juego su desarrollo económico, tecnológico e industrial frente a una alianza occidental liderada por Estados Unidos que no está dispuesta a ceder un ápice de terreno. Las cartas están boca arriba.