1. El olfato: explosión de energía y alegría
Oler toallas limpias o madera recién cortada puede generar un levantamiento rápido de energía. Un aroma, que dependerá de cada uno, puede marcarlo y generar un recuerdo. Pero además, si es nuevo, podrá recordarlo, almacenarlo o guardarlo para más tarde.
Este olor lo ata al momento presente y, al mismo tiempo, puede transportarlo a su pasado. Por ejemplo, el olor a eucalipto siempre me recuerda los 10 hermosos meses que viví en San Francisco.
Los olores también pueden aumentar la conciencia. Cuando salí de mi edificio una mañana brillante, recibí varios estímulos de mi propio vecindario: era el día de la basura y, en paralelo, el carrito de comida de la esquina estaba friendo tocino.
2. El tacto: “tratamiento” antiestrés
Existen distintos objetos que nos pueden hacer sentir más tranquilos, como son los juguetes pop, los spinners o, incluso, la masa.
Recuerdo cuando un amigo me contó: “Mi tía trabaja en cuidados paliativos y recientemente hicieron un gran pedido de mantas livianas y tiernas. Es realmente reconfortante para las personas tocar algo suave y cálido”.
Logré identificar mis propios estímulos al usar el sentido del tacto. Antes de dar una charla, que generalmente me genera ansiedad, cuando estoy detrás del escenario sostengo un bolígrafo.
3. El oído: concentración y productividad
El silencio y el ruido son dos aspectos que afectan al sentido del oído. Por ejemplo, cuando llevé mi computadora portátil a una pequeña biblioteca del vecindario para escribir trabajo tranquila me distraje con la tos de alguien. Sin embargo, cuando trabajaba en una cafetería bulliciosa, las conversaciones a mi alrededor me ayudaban a concentrarme.
De esta manera, descubrí que cuanto más puedo controlar mi entorno, menos me molestan los ruidos errantes. Al igual que se barre una cosa de forma periódica para limpiar el desorden, se puede despejar el ruido.
Cuando una pareja trabaja de forma conjunta en una casa, uno puede pedir que al realizar videollamadas el otro use auriculares.
4. La vista: creatividad
Seguramente, hemos pasado varias veces por el mismo lugar, pero nunca nos hemos detenido en los pequeños detalles que se despliegan por estos espacios. Es por eso que cuando necesito algo de inspiración, trato de detectarlos.
En mis caminatas diarias, en lugar de perderme en mis pensamientos, me doy tareas: buscar el color púrpura, o identificar árboles, o ver si encuentro sombreros. Incluso, analizar los materiales de los diferentes edificios de apartamentos.
A medida que realizaba estas acciones, más crecía el hábito. De este modo encontré la belleza en un abrigo de una mujer o en una bandada de pájaros que sobrevolaban mi cabeza. Incluso, detecté algunos aspectos extravagantes interesante.
5. El gusto: cercanía con otros
Comer con amigos y seres queridos es una forma antigua, pero también universal, de disfrutar de sabores únicos. Una verdadera costumbre humana.
Incluso, realicé una “fiesta de gusto” con el objetivo de conectarme más con la gente. En ese momento, con mis amigos, buscamos calificar variedades de manzanas, de chocolate y de papas fritas. Probamos ketchup y nos desafiamos a detectar los cinco sabores básicos: dulce, agrio, salado, amargo y umami. Es más, hasta recordamos los dulces que comíamos cuando éramos niños.
Este encuentro fue tremendamente divertido. Estábamos socializando y compartiendo una experiencia sensorial. Nuestras conversaciones se sintieron inusualmente cálidas e íntimas.
Cada uno de los cinco sentidos puede transformar su vida, mi exploración lo ha hecho. En la actualiad, todos los días aprovecho su poder para conectarme con momentos ordinarios que quiero experimentar y recordar, y, sin dudas, nunca volveré a dar por sentado el ketchup.