El ruido, una constante en nuestra sociedad actual, se ha convertido en una verdadera epidemia con efectos perjudiciales tanto en nuestra salud física como mental. Aunque resulta difícil determinar si el mundo es ahora más ruidoso que antes, existen indicios reveladores que indican un aumento preocupante. Por ejemplo, en los últimos años, las sirenas de bomberos han pasado de sonar a 88-96 decibelios en 1912, a alcanzar los 123 decibelios en la actualidad, medidos a tres metros de distancia.
El impacto del ruido en la salud pública es innegable y se han acumulado evidencias de sus efectos lamentables en el sistema cardiovascular. Sin embargo, se ha pasado por alto su impacto en el cerebro, un enemigo secreto y contraintuitivo. Estudios revelan que el ruido afecta nuestra cognición, disminuyendo nuestra productividad incluso sin que percibamos un mayor esfuerzo. Un aumento de tan solo 10 decibelios en el ruido, equivalente al ruido de un lavavajillas o una lavadora, puede reducir nuestra productividad en un 5%. Este impacto sutil socava nuestro trabajo de forma silenciosa.
Curiosamente, el ruido también afecta nuestra capacidad para cometer errores, mantener el enfoque y realizar tareas detalladas, lo cual contrasta con la creencia de que la música puede mejorar nuestra productividad. Sin embargo, según algunos estudios, la música solo sería útil para tareas sencillas y en tareas mixtas, donde se requiere tanto trabajo en detalle como creatividad, las pérdidas y ganancias se equilibran.
La exposición continua al ruido ha demostrado afectar el sistema nervioso central y el cerebro, aumentando el riesgo de trastornos neuropsiquiátricos como accidentes cerebrovasculares, demencia, deterioro cognitivo, trastornos del neurodesarrollo, depresión y trastornos de ansiedad. Ante esta problemática, herramientas como la cancelación activa de ruido adquieren gran relevancia, especialmente en tareas que requieren atención al detalle. También es fundamental tomar conciencia del problema a nivel personal y social, fortaleciendo los esfuerzos de mitigación y prevención.
En resumen, el ruido se ha convertido en una epidemia moderna con consecuencias graves para nuestra salud y productividad. Es hora de tomar medidas serias y enfrentar este desafío en todos los niveles.