Un hombre abrió un periódico el 23 de marzo de 1997 y cambió el mundo para siempre. En una de las páginas del diario estadounidense The Buffalo News había un anuncio llamativo: “Se busca a 20 voluntarios para participar en el Proyecto Genoma Humano. […] El resultado tendrá una enorme repercusión en el futuro progreso de la medicina”. Aquel lector acudió a la llamada, donó unos mililitros de sangre y se incorporó a un proyecto de 3.000 millones de dólares que desembocó en 2003 en el llamado genoma de referencia humano, compuesto al 70% por el ADN de aquel hombre, con retales de otras dos decenas de personas. Aquella información genética, efectivamente, cambió la historia de la humanidad, pero era insuficiente, al excluir la diversidad de la especie humana. Un consorcio internacional publica este miércoles una alternativa más sofisticada, elaborada con las secuencias genéticas de 47 personas de diferentes regiones del planeta. Es el primer borrador del denominado pangenoma humano.
El genoma de una persona, su ADN, es el manual de instrucciones presente en cada una de sus células. Es un texto de unos 3.055 millones de letras (ATGGCGAGT…), en el que cada letra es simplemente la inicial de un compuesto químico con diferentes cantidades de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. La G, por ejemplo, es la guanina: C₅H₅N₅O. El genoma de dos personas coincide al 99,9%, pero ese 0,1% restante son millones de letras que hacen único a un ser humano y que pueden esconder las claves de sus enfermedades. Si el genoma de referencia de 2003 es una secuencia lineal, el nuevo pangenoma humano se puede imaginar como un mapa de caminos en el que un genoma individual es un trayecto concreto, en palabras de Benedict Paten, biólogo computacional de la Universidad de California en Santa Cruz (Estados Unidos) y uno de los líderes de la investigación.
El borrador añade 119 millones de letras al modelo empleado hasta ahora. Los autores del trabajo, agrupados en el Consorcio Pangenoma Humano de Referencia, explican que la escasa diversidad del actual genoma de referencia ha provocado “un efecto farola”, un fenómeno que debe su nombre al chiste del borracho que está buscando las llaves de su casa en el suelo de una calle, de noche, bajo una farola encendida. Un policía lo intenta ayudar y, tras unos minutos de búsqueda infructuosa, el agente pregunta al vecino ebrio si está seguro de que ha perdido las llaves ahí. “No, se me han caído en el parque, pero es aquí donde hay luz”, responde el hombre. Los científicos llevan dos décadas buscando posibles variantes genéticas donde era más fácil mirar: dentro de los límites del genoma de referencia, que además de ignorar la diversidad humana, estaba lleno de agujeros por la falta de precisión de la tecnología.
Benedict Paten y sus colegas han trabajado durante años en desarrollar nuevas herramientas, capaces de leer el ADN con una exactitud sin precedentes, con apenas un error cada 200.000 letras. Varios miembros del equipo también han participado en el Consorcio T2T, que logró hace un año la primera secuencia verdaderamente completa de un genoma humano. Hasta entonces solo se había conseguido leer el 92%. El restante 8% era como las piezas de cielo azul en un puzle: demasiado repetitivas como para encontrar fácilmente su posición.
La genetista Karen Miga, de la Universidad de California en Santa Cruz, proclamó el martes en una rueda de prensa que la diversidad del pangenoma inicia una nueva era, “más justa”, en la medicina. Los 47 genomas incorporados por el momento proceden sobre todo de África (24) y América (16), incluyendo cuatro peruanos de Lima, otros cuatro colombianos de Medellín y ocho puertorriqueños. Seis genomas son asiáticos y solo uno es de Europa, un continente que ya está sobrerrepresentado en las bases de datos genéticas. El objetivo del equipo es alcanzar los 350 genomas completos en un solo pangenoma, que se publicará a mediados del año 2024. El primer borrador se presenta este miércoles en la revista Nature.