En un mensaje de 11 minutos, Yevgeny Prigozhin, jefe del grupo Wagner, reapareció para aclarar que la marcha hacia Moscú no tenía como objetivo derrocar al poder ruso, sino salvar a sus mercenarios. Afirmó que recibió un gran apoyo popular durante su aventura, que puso en vilo a Rusia y al mundo. Prigozhin también señaló que el avance hacia Moscú puso de manifiesto «serios problemas de seguridad» en el país. Sin revelar su ubicación actual en Bielorrusia, el líder de Wagner mencionó el respaldo recibido en las ciudades que atravesaron durante el motín.
La fallida rebelión de los mercenarios del grupo Wagner ha sacado a Alexandr Lukashenko, el dictador bielorruso, de la sombra de su homólogo ruso, Vladímir Putin, debido a su mediación para sofocar este desafío al poder del Kremlin. Lukashenko, en el poder desde hace casi 30 años, podrá aprovechar su papel en la resolución de la crisis generada por el motín de Prigozhin y la incapacidad de Moscú para ponerle fin.
Mientras tanto, Rusia busca mostrar normalidad y Putin hizo su primera aparición pública desde la rebelión. En un video difundido en el foro «Ingenieros del futuro», el presidente ruso elogió a las empresas por garantizar el funcionamiento estable de la industria del país ante los desafíos externos. Aunque se desconoce la fecha y ubicación de la grabación, Putin no ha realizado comentarios públicos sobre el acuerdo alcanzado posteriormente para desactivar la crisis y permitir el regreso de los combatientes de Wagner a su base, así como el traslado de Prigozhin a Bielorrusia.
El ministro ruso de Defensa, Sergei Shoigu, también hizo su primera aparición pública en un video en el que inspeccionaba tropas, transmitiendo una sensación de orden tras un fin de semana caótico. Shoigu era uno de los tres líderes rusos cuyas diferencias condujeron al motín. El Ministerio de Defensa publicó imágenes de Shoigu volando en helicóptero y reuniéndose con mandos militares en un cuartel militar en Ucrania. Estas fueron las primeras imágenes del ministro desde que Prigozhin anunció su intención de destituirlo. La rebelión terminó cuando Prigozhin ordenó la retirada de sus fuerzas y el Kremlin afirmó haber llegado a un acuerdo que permitió la instalación de Prigozhin en Bielorrusia y una amnistía para él y sus soldados. Este motín representó el mayor desafío al presidente Putin en más de 20 años en el poder.