Seis meses después de su inauguración, la megacárcel construida por orden del presidente Nayib Bukele en El Salvador alberga a más de 12,000 presuntos pandilleros, quienes conviven en un entorno controvertido y se convierten en el símbolo de la implacable lucha del gobierno contra las maras. Ubicada en Tecoluca, a unos 74 km al sureste de San Salvador, la cárcel ha sido destinada para acoger a parte de los más de 72,000 pandilleros detenidos en el marco de un régimen de excepción decretado en respuesta a la creciente violencia.
La megacárcel, con capacidad para 40,000 personas y denominada «la más grande de América» por el gobierno, ha estado operando durante medio año y alberga principalmente a miembros de las maras Mara Salvatrucha y Barrio 18. En el interior de celdas de 100 metros cuadrados conviven hasta 75 reclusos, disponiendo de inodoros, piletas de agua corriente y espacios para aseo. Los pabellones cuentan con techos curvos que facilitan la ventilación natural y tragaluces para iluminar los patios entre las celdas.
Aunque las autoridades aseguran que los presos están en condiciones dignas, organismos humanitarios y la ONU han expresado preocupaciones sobre el trato que reciben. Entre los detenidos, se han identificado al menos 1,600 menores de edad. La procuradora de Derechos Humanos, Raquel Caballero, realizó una visita al presidio y mencionó que algunos reclusos se quejaron de la falta de comida y la falta de actividades.
La megacárcel es un reflejo de la postura del presidente Bukele ante las pandillas y la violencia que ellas generan en el país. Aunque algunos internos han expresado la voluntad de cambiar, el debate sobre las condiciones de detención, el respeto a los derechos humanos y la eficacia de estas medidas sigue siendo un tema de discusión en el ámbito nacional e internacional.