La Inteligencia de Estados Unidos concluyó que el “síndrome de La Habana” no fue provocado por agentes extranjeros

Desde 2016 decenas de diplomáticos norteamericanos comenzaron a reportar extraños síntomas que incluían dolores de cabeza y náuseas, entre otros malestares. Algunos, incluso, sufrieron tanto que debieron dejar de trabajar. El primer caso se registró en la embajada de Estados Unidos en La Habana, Cuba; motivo por el cual el tema comenzó a conocerse como “síndrome de La Habana”.

The Washington Post dio a conocer este miércoles el resultado de un informe realizado por los servicios de inteligencia norteamericanos que, después de años de investigaciones y esfuerzos, concluyeron que no se trató de una acción de un agente extranjero.

Ante la aparición de nuevos casos similares en diferentes embajadas de Estados Unidos en todo el mundo, la principal hipótesis era que los diplomáticos norteamericanos habían sido víctimas de un enemigo clandestino que utilizaba ondas de energía como arma. Los principales apuntados por los afectados fueron Cuba y Rusia.

Siete agencias de inteligencia participaron en la revisión de cerca de mil casos de “incidentes sanitarios anómalos”, término que el Gobierno utiliza para describir el amplio abanico de síntomas que presentaron los afectados. Cinco de esas agencias determinaron que era “muy improbable” que un agente extranjero fuera responsable.

Los analistas no encontraron ningún patrón o conjunto común de condiciones que pudieran vincular los casos individuales. Además, tampoco encontraron pruebas, como información forense o datos de geolocalización, que demostraran que algún agente externo pudiera haber utilizado ondas de energía o haces ultrasónicos.

Dos funcionarios de inteligencia familiarizados con la investigación hablaron bajo condición de anonimato con The Washington Post. Uno de ellos describió como un un frustrante “misterio” el hecho de que tantos diplomáticos enfermaran y no se sepan los motivos. Reconoció que los analistas pasaron meses examinando datos, buscando patrones e inventando nuevas metodologías analíticas, pero las conclusiones fueron siempre las mismas.

Pese a esto, ambos funcionarios afirmaron que la Inteligencia norteamericana sigue abierta a nuevas ideas y métodos de análisis para encontrar una respuesta. Por ejemplo, si surge información de que algún agente extranjero haya avanzado en el desarrollo de la tecnología para un arma energética. Pero, ante lo investigado hasta la fecha, descartaron la posibilidad de que Rusia u otro gobierno o actor no estatal estuviera detrás del misterioso síndrome.

En los últimos años, agencias gubernamentales como el Departamento de Estado y el FBI no pudieron corroborar el uso de un arma de energía. En el reciente informe, de las siete agencias, cinco determinaron que era “muy improbable”, mientras que las otras dos dijeron que era “poco probable”.

Las conclusiones de los investigadores coinciden con los hallazgos de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina, que habían determinado que “la energía de radiofrecuencia dirigida y pulsada parece ser el mecanismo más plausible para explicar estos casos”.

“Hay múltiples explicaciones posibles para la aparente discrepancia entre el fracaso a la hora de identificar a un malhechor y la plausibilidad de la energía dirigida como mecanismo. No hay que descartar necesariamente esta última”, declaró a The Washington Post David Relman, quien dirigió la investigación de las Academias Nacionales.

Estas conclusiones, no obstante, no conformaron a algunos funcionarios y ex funcionarios de la diplomacia norteamericana, quienes sostienen que la CIA y otras agencias de inteligencia no investigaron lo suficiente la teoría de que se utilizó un arma de energía contra ellos.

Según su descargo, los analistas podrían haber hecho más para encontrar vínculos entre los historiales de viajes de los presuntos agentes de inteligencia rusos y los momentos y lugares en los que se notificaron los síntomas.

Por su parte, los agentes de inteligencia norteamericanos aseguran que se utilizaron recursos extraordinarios para investigar el extraño síndrome.

Este miércoles Mather Bitar, director de programas de inteligencia del Consejo de Seguridad Nacional, dijo que el gobierno de Joe Biden seguirá garantizando atención médica a los afectados y que tramitará las solicitudes al amparo de una ley que indemniza a los empleados del gobierno que experimentaron síntomas y en algunos casos tuvieron que dejar de trabajar. “Nada es más importante que la salud y el bienestar de nuestros trabajadores”, afirmó.

“Desde el inicio de la Administración Biden-Harris, nos hemos centrado en garantizar que nuestros compañeros tengan acceso a la atención y el apoyo que necesitan. Nuestro compromiso con la salud y la seguridad del personal del Gobierno de Estados Unidos sigue siendo inquebrantable”, agregó.

A pesar de las nuevas conclusiones, el secretario de Estado, Antony Blinken, es un férreo defensor de la idea de que a esos empleados algo les ocurrió. “Los afectados tienen historias reales que contar: su dolor es real”, escribió Blinken a todos los diplomáticos estadounidenses cuando la CIA presentó sus conclusiones provisionales.

“No tengo ninguna duda al respecto”, aseveró el jefe de la diplomacia norteamericana, quien calificó de “desgarradores” los síntomas descritos por las personas con las que se reunió.

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