En un desempeño sobresaliente, Nikola Jokic ha sido reconocido como el Jugador Más Valioso (MVP) de las Finales de la NBA después de liderar a los Denver Nuggets hacia el campeonato. El destacado pívot serbio ha dejado una huella imborrable en los playoffs, mostrando un juego imparable y convirtiéndose en el jugador más dominante y diferencial de toda la temporada. Con promedios impresionantes de 30.2 puntos, 14 rebotes y 7.2 asistencias por partido en las Finales, Jokic ha demostrado su influencia en la cancha, y más allá de las estadísticas, su impacto ha sido incalculable.
El serbio ha liderado la ofensiva de su equipo, potenciando el desempeño de sus compañeros. Su habilidad para asociarse en el pick & roll ha permitido a Jamal Murray brillar, mientras que ha generado oportunidades para Aaron Gordon debajo del aro cuando las defensas colapsan sobre él. Además, ha facilitado el juego de los tiradores al atraer la atención defensiva hacia su figura. Cada posesión ha sido mejorada gracias a su intervención, pero estos aspectos trascienden las meras estadísticas.
Tras ganar el MVP en dos ocasiones durante la temporada regular, Jokic tenía claro que este era el logro que deseaba añadir a su colección de reconocimientos. Con su victoria, se ha convertido en el primer pívot en obtener este galardón desde Shaquille O’Neal en el año 2002. A pesar de la importancia de este hito, Jokic, fiel a su personalidad lacónica, optó por no añadir ninguna dosis de épica o emotividad al momento. Ante la pregunta de Lisa Salters, reportera de ESPN, sobre cómo se sentía por su logro, simplemente respondió con un escueto «se siente bien, el trabajo está hecho y ahora podemos irnos a casa». De alguna manera, esta actitud le hace aún más querible para sus seguidores.