Los grandes del automovilismo dejaron su sello dentro y fuera de la pista. Arriba de los autos, Ayrton Senna fue uno de los mejores en la historia de la Fórmula 1. Abajo de ellos también se destacó por su personalidad, carisma, pero algo que lo marcó fue su respeto y admiración hacia Juan Manuel Fangio. Su gesto más impactante hacia el argentino ocurrió el 28 de marzo de 1993. Ese, ante los ojos de todo el planeta, en vivo y en directo, dejó en claro que quién era el número uno.
Una vez que Senna logró sus primeros hitos en la Máxima su voz comenzó a ser requerida. Siempre fue un piloto que declaró sin casete y que fue al hueso a la hora de criticar. Eso le valió enemigos en el ambiente y en ocasiones su posición “antisistema” provocó una guerra con Jean-Marie Balestre, que en esa época era el presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), francés, misma nacionalidad que el archirrival del brasileño, Alain Prost. Pero también tuvo la hidalguía para reconocer a un colega y en el pináculo de su carrera y no se obnubiló por la lluvia de elogios y ni se le cayó ningún anillo para admitir que el mejor de la historia era el Chueco de Balcarce.
Cuando Fangio viajó a algunas carreras, Ayrton no dudó en acercarse y entablar una charla con él. El flechazo fue inmediato y la buena química entre ambos siempre estuvo al punto que el astro brasileño cada que pudo viajó y lo visitó en Buenos Aires. Sus ganas de poder encontrarse con el Quíntuple lo llevó a hacer los históricos vuelos transpolares desde Australia, donde en esa época terminaba la temporada, hasta la Argentina.
En la previa a la carrera australiana que por entonces se disputaba en Adelaida, para la edición de 1990, invitaron para armar una foto grupal a los campeones mundiales y estuvieron Senna, Fangio, Jack Brabham James Hunt, Jackie Stewart y Denny Hulme. Ellos participaron de una imagen icónica de la Máxima en la que aparecen en la recta principal del circuito callejero. Llamativamente, Prost, que corrió, no quiso estar en la foto. Se los reunió en la recta principal. Fangio y Senna se sentaron juntos y el brasileño le levantó el brazo al argentino. Pocos días más tarde se reunieron en un importante hotel porteño en un momento más íntimo. A la vuelta a su país, la Policía paulista y carioca desbarató un plan de secuestro a Senna.
Senna siempre lo admiró a Fangio e hizo énfasis en su actitud. Luego de ganar el segundo de sus tres campeonatos de F1, en febrero de 1991 dio una conferencia en el Loretto Scholl de Escocia, el colegio en el que estudió Jim Clark (el “Escocés Volador”, bicampeón de F1 en 1963 y 1965 y uno de los mejores pilotos de la historia). Allí uno de los alumnos le preguntó a qué pilotos admiraba y él respondió que “uno de los mejores pilotos de todos los tiempos es Fangio. No solo porque cinco veces obtuvo el título mundial, sino por su actitud. Yo tuve la oportunidad de encontrarme con él en distintos lugares en los pasados dos o tres años, vino a algunos eventos, a algunas carreras y realmente me gustó su manera de ver las cosas, su forma de encarar situaciones, sus conceptos sobre la vida, sus ideas sobre el automovilismo de su tiempo y el de hoy y para mí no es solo un campeón mundial en la pista, sino también un verdadero caballero fuera del auto de carrera. Así que es que por esa razón soy una gran fan de él y lo admiro tanto”.
A fines de ese año otra vez Fangio y Senna se juntaron en Buenos Aires y compartieron una cena. Luego fueron abordados por el recordado Enrique Moltoni del noticiero Nuevediario, quien los entrevistó e hizo hincapié en los ocho campeonatos del mundo que tuvo delante suyo. En esa oportunidad hubo elogios mutuos y Fangio sostuvo que “está muy bien el joven. Tiene mucho tiempo, muchas condiciones. Le deseo lo mejor porque aparte de un gran piloto es un gran señor y eso es lo más importante”. Senna no se quedó atrás y aseguró que “es muy grande poder compartir con Fangio algunos momentos de mi carrera. Él siempre demostró mucho cariño por mí, afecto y admiración. Él fue el piloto que conquistó cinco títulos del mundo”. Y tiró un guiño para sus seguidores en nuestro país. “Un abrazo a todos los amigos argentinos y quién sabe, en algún futuro, los Grandes Premios de F1 retornen a la Argentina, porque la pasión que los aficionados argentinos tienen por las carreras es tan grande o mayor que los brasileños. Quién sabe, algún día, si sigo corriendo, pueda correr en el retorno de la F1 aquí en Buenos Aires”.
Tal era la admiración de Senna por Fangio que en su oficina de San Pablo, su ciudad, tenía una foto grande del Chueco y otra en la que estaban los dos juntos y con un autógrafo y dedicatoria del argentino. En épocas sin carreras y Ayrton aprovechaba para regresar a su país, siempre tuvo cerca al Quíntuple.
A medida que avanzó su campaña en la Máxima, Magic (como se lo conoció a Senna) agigantó su leyenda y en la categoría logró tres títulos mundiales con McLaren (1988, 1990 y 1991), 41 victorias, 65 poles positions (récord batido por Michael Schumacher en 2006) y 19 récords de vueltas. Su duelo con Prost, el más grande en la historia del automovilismo, marcó para siempre a los amantes de este deporte. Sus toques en definiciones de campeonatos de 1989 y 1990 y otros encuentros en pista fueron de alta tensión y también captaron a un público cautivo que no era seguidor de la F1.
Pero fue en la segunda fecha de la temporada 1993 que llegó el momento cúlmine de la relación entre ambos, al menos ante los ojos todos. Ese año regresó Prost y se incorporó a Williams, la escudería que en ese momento contaba con el mejor auto y venía de aplastar con Nigel Mansell. Hacia fines de 1992 Honda dejó de motorizar a McLaren y para el nuevo campeonato la escuadra inglesa tuvo impulsores de Ford. Ayrton hizo lo que pudo con un medio mecánico inferior al de Prost, pero igual se encontraron en pista en algunas ocasiones. Hasta llegó a ganar cinco carreras y liderar el campeonato en la primera parte.
Tras el triunfo del Prost en Sudáfrica, llegó la cita en Brasil y con el aliento de su gente que copó el Autódromo de Interlagos José Carlos Pace, Senna buscó su segundo triunfo de local tras el conseguido en 1991. Los Williams fueron favoritos, pero el Profesor abandonó por un despiste y su compañero, Damon Hill, fue superado por Ayrton que aprovechó la lluvia, ya que era un experto en piso mojado. Luego dominó la carrera y se impuso. Tras la invasión de pista que le impidió completar la vuelta previa, fue “rescatado” por un Fiat Tempra que fue el primer auto de seguridad que se usó en la F1 y lo llevó al podio.
Una vez allí el ganador saludó al segundo, Hill, y al tercero, un joven Michael Schumacher (24 años), que era corredor de Benetton. Luego del himno de su país y el de Gran Bretaña por McLaren, Fangio ingresó al podio y le entregó el trofeo a Senna que de inmediato descendió, lo saludó y lo abrazó. Se miraron cara a cara por un segundo, pero ese encuentro pareció eterno. El Chueco le hizo el típico gesto de “1″ con su dedo y el brasileño le indicó argentino que él era en realidad el “1″.
Fue un momento mágico con 16 campeonatos mundiales de F1 en un podio lleno de gloria: Schumacher (7), Fangio (5), Senna (3) y Hill (1). Todos pesos pesados, apellidos ilustres, pero en su casa, San Pablo, en el Gran Premio de su país y luego de haber desatado un carnaval, Ayrton -ante los ojos de todos- se bajó del pedestal y priorizó dejar en claro que el Chueco era el mejor de la historia. Ese gesto lo hizo aún más grande al astro brasileño y por eso sigue latente en los corazones de los fanáticos.