Perder peso se ha convertido en una obsesión para muchas personas en la actualidad, y la mayoría de ellos se enfrentan al desafío de encontrar métodos efectivos. Uno de los enfoques populares es la dieta GASP, acrónimo de ‘Gut and Psychology Syndrome’ (síndrome psico-intestinal). Esta dieta, creada por la neuróloga Natasha Campbell, se basa en la creencia de que la microbiota intestinal juega un papel fundamental en el bienestar psicológico y el desarrollo de las personas.
La dieta GASP propone eliminar ciertos alimentos y promover la ingesta de otros para mejorar la microbiota y, supuestamente, el pronóstico de enfermedades como el autismo y el déficit de atención. Sin embargo, a pesar de su popularidad, no existen evidencias científicas que respalden su eficacia para perder peso.
La dieta GASP restringe el consumo de granos, carbohidratos refinados, azúcares, alimentos procesados y algunas verduras con almidón. Por otro lado, fomenta el consumo de alimentos fermentados, carne, pescado, marisco, yogur, huevos y grasas saludables como el aceite de coco. Además, se recomienda el uso de suplementos como probióticos y aceite de hígado de bacalao.
Es importante destacar que la dieta GASP consta de dos fases: una inicial muy estricta, que puede durar alrededor de dos años, y una segunda fase en la que se reintroducen alimentos una vez se considera que la microbiota está equilibrada. Sin embargo, la falta de investigaciones sólidas sobre su eficacia y los problemas nutricionales que podría plantear, especialmente en niños, generan dudas sobre su idoneidad.
A diferencia de otras dietas respaldadas por investigaciones clínicas, la dieta GASP se basa en materiales comerciales y cursos que prometen resultados sin una evidencia científica sólida. Además, plantea afirmaciones científicamente erróneas y restricciones alimentarias extremas, como eliminar alimentos nutritivos y saludables.
Si bien algunas personas pueden perder peso al seguirla debido a su naturaleza restrictiva, es importante tener en cuenta que esta dieta no ha sido diseñada específicamente para la pérdida de peso y puede llevar a una malnutrición a largo plazo. Ante la falta de evidencia confiable y los riesgos potenciales, es recomendable buscar asesoramiento profesional antes de iniciar cualquier tipo de dieta restrictiva.